Qué bonito, by Fer: Sentimientos pintados a mano

Mensajes que expresan el amor o la admiración por un ser amado decorados con mandalas, flores o mariposas son plasmados en pequeñas piezas de cerámica por María Fernanda Merino una artista que hace todo a mano alzada y en minutos. Sus piezas se han ganado la aceptación y el corazón de mucha gente. 

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­¡Qué bonito! Esas son las primeras palabras que surgen cuando se tropieza con las pequeñas piezas en cerámica pintadas a mano alzada por Fernanda Merino, una joven que encontró en este peculiar arte no solo un mercado que le permite sostenerse a ella y a sus dos hijos sino que además es la concreción de su máximo sueño, hacer lo que ama.

Fernanda fue una niña prodigio. A los cinco años dibujaba en servilletas trazos dignos de una profesional y su madre Conny de Palacios, también artista, pero de la música, ya que es cantante de ópera, descubrió de inmediato el talento de la mayor de sus dos hijos.

Doña Conny acudió al Centro Nacional de Artes a inscribirla, pero la rechazaron, porque la edad mínima de admisión era siete años, pero ella suplicó la tuvieran al menos un mes de prueba.

A las dos semanas no solo la aceptaron en el CENAR sino que la pasaron a intermedio, con compañeros de clase que le triplicaban la edad y a los dos meses ya estaba en avanzado, aprendiendo a pintar y dibujar con adultos.

Rápido su mamá entendió que su hija podía dar más y la inscribió en la reconocida Escuela de Arte Saravia donde tuvo a maestros de la talla del pintor Julio Hernández. Ahí la pequeña Fernanda pasó dos años conociendo todo tipo de técnicas.

“El maestro me enseñó carboncillo, lápiz, yeso pastel, a pintar con óleo, acuarela, acrílico y a él le encantaba que yo tenía perspectiva del cuerpo humano. Él me enseñó las técnicas, pero la línea gráfica ya estaba en mi cabeza”, contó la emprendedora

Dibujar transportaba a Fernanda a mundo de colores, sentimientos y fantasías y la llenaba de una profunda alegría, sin embargo, su sueño más preciado era ser veterinaria ya que adora los animales. Su anhelo más grande, cuenta, era manejar la clínica del Parque Zoológico Nacional.

Más tarde, ya de adolescente también quiso ser diseñadora gráfica y en la escuela de arte de una universidad privada obtuvo el segundo lugar en el curso de admisión, entre más de un centenar de alumnos.

Sin embargo, para ambas carreras el dinero de sus padres no alcanzaba y optó por Comunicaciones y Relaciones Públicas, carrera que nunca ejerció.

Fernanda se pasó más de una década trabajando en casi cualquier cosa, ventas, logística, atención al cliente y en un call center, pero nunca se sintió a gusto.

Fue en un centro de llamadas, luego de un incidente en que, sin mayor plan y con un bebé de ocho meses y otro niño de ocho años a cargo, renunció

El reencuentro con su sueño

Ni de adolescente ni de adulta, Fernanda abandonó su arte, mantenía un modesto estudio en su hogar y ese espacio era el lugar donde hacía lo que le apasionaba, pero nunca lo había visto como negocio.

Un 14 de diciembre de 2015, cercano a Navidad, su hijo mayor le pidió un regalo para su maestro y a hurtadillas Fernanda tomó de la cocina una taza recién comprada por su mamá y la pintó a mano.

Le gustó tanto el resultado que tomó dos tazas más y también trazó en ellas sus hermosas figuras.  Su mamá, sin ni siquiera avisarle, les tomó fotografías a las tazas y las subió a redes sociales y no solo las vendió de inmediato, sino que obtuvo seis pedidos más.

Fernanda no podía creérselo, pero divertida, no paró desde ese día hasta hoy.  “En 10 días llegué a vender más de 180 piezas, pinté claveles, mariposas, mandalas y todo lo que la gente pedía”, recuerda emocionada.

Fue así como Fernanda montó Qué Bonito, By Fer, porque era la primera frase que la gente expresaba al descubrir su producto.

La joven mamá, se inscribió en un curso para montar el negocio y trazó un plan, que le hizo ver que la pintura en cerámica sería su mercado, aunque ella pinta en cualquier superficie que aguante, asegura.

Ahora ella vende sus artículos en redes sociales y en ferias de emprendedores, y asegura que el producto se mueve solo y le permite darle a sus hijos una educación de calidad, pero la mayor recompensa para ella es hacer lo que ama.

“Me encanta pintar sentimientos, frases que motiven a la persona, y me gusta porque sé que lo van a ver todos los días, donde lo pongan lo van a ver a diario y por eso tiene que quedar lindo…”, cuenta.

Qué Bonito, By Fer es sin duda el reflejo de su creadora, una joven entusiasta, que no se rinde ante las dificultades, que cree que un “buenos días” o una sonrisa, puede cambiarle la vida a alguien.

Fernanda se confiesa una mujer llena de vibras positivas, que sí tropieza, que sí ha tenido miedo, pero que se levanta siempre, dispuesta a conquistar tantos sueños como le sea posible.

Su negocio, es el resultado de que se puede hacer lo que se ama, si se lucha por ello y se le pone toda la pasión y eso, dice, es lo que intenta transmitir con sus piezas.

“El concepto principal de Qué Bonito, By Fer es pintar sentimientos a mano. Me gusta que la gente se sienta especial, no hago dos cosas iguales, porque siempre me piden algo diferente y la gente se siente especial al tener algo hecho para ellos en exclusiva”, explica.

Echar a andar su emprendimiento no ha sido fácil, para pintar la cerámica por ejemplo ella elabora sus propias pinturas, en una mini licuadora mezcla una base de barniz industrial y polvos mágicos y las herramientas que usa para pintar, a manera de lápiz, también son creación suya y ya están registradas como propiedad intelectual suya, ella les dice punteros y son producto de su ilimitada creatividad.

Fernanda asegura que sus motores son sus hijos, Fernando de 15 y Alejandro de seis. Cuando habla de ellos, su rostro se transforma. Del primero destaca que es un artista de la fotografía y anhela llevarlo a un viaje largo donde pueda disfrutar su arte, y del segundo su habilidad con las matemáticas, ya que con escasos seis años se sabe las tablas de multiplicar en inglés y español.

La emprendedora está dispuesta a llegar lejos y ya tiene en su mente el siguiente paso a dar. “Este año voy a tener mi taller y mi sala de ventas, pero lo voy a hacer de forma diferente ya tengo planeado dónde, cómo y cuándo, ese es mi siguiente paso”, expresó.

También anhela que sus piezas lleguen a otros países e incluso montar tiendas en el extranjero donde pueda distribuirlos, proyectos que está convencida, logrará.