Mario Vega: Un mago del cincel y el martillo

Sus lienzos son gigantescas piedras basalto y sus herramientas cinceles, martillos, lijas y  pulidoras con las que transforma  rocas amorfas en  espectaculares obras de arte. El Reconocido escultor salvadoreño, Mario Vega,  ha producido más de un centenar de esculturas. A sus treinta años, posee un enorme deseo por seguir tallando lo que considera más que arte, una forma de vida. 

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Segundo de cuatro hermanos e hijo de María Magdalena y de Juan Antonio, ambos comerciantes de ropa, su contacto con el arte fue casi de inmediato, ya a los seis años hacía sus primeros trazos como dibujante e inspirado y guiado por Juan su hermano mayor, hizo varias pinturas antes de cumplir los 17.

Nacido y criado en Panchimalco y rodeado de colectivos de artistas, de adolescente en lugar de jugar fútbol se reunía con otros jóvenes en la reconocida casa taller “Los encuentros” en Panchimalco, dirigida por el pintor salvadoreño Miguel Ángel Ramírez, donde estudió pintura.

Y aunque reconoce que le tiene un enorme respeto al dibujo y la pintura, fueron las piedras las que lo cautivaron y ya a los 19 años elaboró las primeras esculturas. A los 20 ganó un premio Nacional de Escultura y también se formó durante tres años en la Universidad Estatal de Arte e Industria de Gzhel, en la provincia de Moscú, Rusia, donde ganó una beca.

Mario ha viajado en dos ocasiones más a Rusia invitado a recibir otros talleres y asegura que eso lo conectó del todo con el arte de esculpir, que ahora es su máxima pasión.

“Tallar una piedra me da vida; es otra clase de alimentación, porque hay tres tipos: el aire, la comida y las emociones”, contó el joven artista de 30 años y padre de Leonardo de tres y medio.

Mario trabaja las piedras que recoge del Río Pansinte, cerca de su casa en Panchimalco y también el ónix, que considera una piedra preciosa y que solo se halla en las canteras de Metapán, en Santa Ana.

Para esculpir no tiene un horario fijo y si bien cree que el mejor momento para hacerlo es cuando llega la inspiración, está convencido que esta llegará si lo halla trabajando, por eso a diario saca sus cinceles, martillos y su punta de diamante (para cortar la piedra) y comienza a tallar, casi siempre prepara bocetos en papel porque asegura que le sirven de guía y poco a poco va dando vida a sus piezas de arte.

Aunque ha perdido la cuenta, calcula que ha elaborado más de 100 esculturas a las que divide en series que llevan un hilo conductor, estas son: Fragmentos y dualidades (rostros agrietados), Yagual, (palabra que proviene de la lengua materna de sus abuelos y que significa corona), el nacimiento y la maternidad, entre otras.

Por la forma de sus esculturas se considera un hombre místico, ya que tienen según él, un estilo cubista figurativo y un poco de abstracto.

Entre sus logros están haber sido galardonado en el 2010 con el primer lugar de Escultura en el Festival Internacional de la Escultura. En el 2012, La Cancha del Arte, programa de televisión de Canal 10, lo reconoció como Mejor Artista Visual del año, en la rama de escultura. Además, en el mismo año fue invitado a exponer en la inauguración del edificio SICA.

En el 2014 participó en el primer Simposio de Escultura junto a artistas de España, Honduras e Italia. En ese mismo año, la Alcaldía de Panchimalco le otorgó una placa de reconocimiento por su aporte al arte y la cultura del municipio.

También ha expuesto su trabajo individual y colectivo en la Alianza Francesa, la Embajada de los Estados Unidos, Club Kiwanis Los Robles, Museo Forma, Museo Nacional de Antropología David J Guzmán, Museo de Arte de El Salvador (MARTE), Embajada de México, Teatro de la Universidad de El Salvador, Palacio Tecleño, entre tantos otros, sin embargo su orgullo son al menos 20 esculturas localizadas en la Alcaldía, la Casa de la Cultura y algunas de las calles de su natal Panchimalco.

“Yo soy un emprendedor”

Mario asegura que una obra suya, cuya elaboración le puede tomar desde un par de semanas hasta tres meses o más, puede llegar a pesar toneladas que lo obliguen a transportarla con grúa y reconoce que estas no tiene un mercado tan próspero como él desearía.

“Yo amo esculpir, pero también lo veo como una forma de vida, tengo que echarle para adelante, aunque no siempre vaya bien, yo lo veo como cualquier negocio y hay rachas buenas y malas, hay meses que no vendo nada y el siguiente sí, lo importante es no claudicar”, asegura el joven.

Mario dice que él se considera un artista, pero también un emprendedor, que a diario intenta abrirse camino, pero no solo con sus esculturas, sino con otras formas que le permitan ganar dinero para sostener esta profesión que tanta ama.

Por eso hace dos años inició la elaboración de objetos decorativos, platos, floreros, candelabros y más, todos tallados en piedra y en los que ha encontrado mercado, incluso dos exclusivas tiendas de San Salvador venden sus piezas y él también las comercializa a través de sus redes sociales.

Además, a mediano plazo, Mario quiere continuar enseñando arte a los niños de su pueblo, seguir esculpiendo y también tiene un proyecto personal que asegura le permitirá sostener su arte, producir cerveza artesanal, un proyecto en ciernes pero que lo tiene muy entusiasmado.