Batán: Descanso y comodidad a través de tejidos artesanales

Hamacas y columpios son los artículos estrella, pero Batán ofrece una extensa variedad de piezas en tela, algunas elaboradas en los telares de San Sebastián, San Vicente, lo que los convierte en tesoros que además de brindar descanso aportan un pedacito de nuestra cultura a cada hogar donde llegan.

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Hamacas, columpios, colchas, mantas, manteles, caminos de mesa, cojines y más son parte de la extensa variedad de productos que ofrece Batán, un emprendimiento que nació hace seis años y que ya distribuye incluso en Guatemala.

La líder de este emprendimiento es Lorena de Carrillo, mercadóloga de profesión y emprendedora por elección. Hace seis años la joven de 34 años trabajaba en ventas en una prestigiosa empresa de telefonía, pero mantenía el anhelo de tener algo propio, así que apoyada por su esposo Esteban, con el que lleva diez años de casada, renunció y comenzó su aventura de emprender.

Primero vendió canastas para Navidad, pero luego su esposo y su suegro, don Esteban Carrillo, conocido como Choco Teba, quien nació en 1939 y falleció en 2018 y fue un reconocido futbolista, docente y bataneco, la entusiasmaron con la idea de traer desde San Sebastián, productos tejidos en los telares de palanca y revenderlos.

Pronto, no solo creció la demanda, sino que Lorena se enamoró por completo del proyecto al que considera su bebé, y comenzó en serio la idea de negocio al que bautizó como Batán, por el gentilicio de Batanecos, persona oriundas de San Sebastián.

Como mercadóloga, usó su experiencia para manejar las ventas y como docente de la facultad de ciencias empresariales de una universidad privada, empleo que posee hoy en día, diseñó un plan de negocios para comenzar lo que hoy es para ella y su esposo, un proyecto de vida.
“Al comenzar a traer el producto la gente quería algo diferente, nos sorprendían con colores y cantidades que no teníamos y tuvimos que cambiar de estrategia y pensar cómo podíamos hacer para tratar de darles un catálogo variado. Empezamos a comprar telas, seguimos trabajando con los artesanos de San Sebastián, pero también usamos telas industriales hechas aquí en El Salvador”, explica.

El siguiente paso fue diversificar los productos, incluir alegres diseños y colores, añadir piezas nuevas como cojines, columpios y más, y poco a poco ir ganando terreno con un creativo y constante trabajo en redes sociales y un enorme esfuerzo de artesanos que les suplen los productos o las telas.

“Todas las personas a quienes compramos algunos de nuestros productos- como las mantas y manteles – son familiares nuestros. Todo o casi todo proviene de tejidos en telar, gente que hace magia con estas máquinas. Para trabajar un telar se necesita usar todas las partes del cuerpo, hay pocos jóvenes aprendiendo este oficio, este gran arte que fuerza a coordinar todo el cuerpo para que puedan entretejer los hilos y dar como resultado piezas de tela tan útiles para el hogar”, añadió.

En mayo de 2019 los telares de palanca de San Sebastián en San Vicente fueron declarados “Bien Cultural” por la Secretaría de Cultura, para reconocer su valor histórico y centenario; Lorena lo sabe y está orgullosa de que las piezas que comercializa también llevan un pedacito de nuestra cultura a cada hogar.

“El límite es el cielo”

Aunque Lorena tiene un empleo como docente y su esposo labora como ingeniero en sistemas, el emprendimiento ya dejó de ser un ingreso extra y ha crecido a tal punto que ya tienen una tienda que lo distribuye en Guatemala y otra en Santa Tecla, en El Salvador.

El elemento de valor dice Lorena, es que, más que vender hamacas o columpios, lo que ofrecen es comodidad y descanso y esos conceptos son los que les han abierto mercado.

“Tenemos seis años funcionando y no ha sido fácil pero sí satisfactorio, hemos tenido múltiples oportunidades que nos han permitido ir creciendo y para nosotros el límite siempre va a ser el cielo, soñando y pensando qué hacer con Batán”, cuenta entusiasmada.

Batán hoy día está conformado por Lorena, su esposo Esteban, Marilyn una costurera que les ayuda, y para la emprendedora es importante destacar el legado de don Esteban, su suegro.

“Muchas de las cosas que hacemos, los nudos que le dan seguridad a nuestras hamacas por ejemplo, nos los enseñó mi suegro, sus papás tenían telares, no los heredó porque sus papás querían que el último de sus hijos se dedicara a otras cosas, era docente, pero él aprendió a hacer muchas cosas que se hacen en San Sebastián y nos lo dejó como legado”, cuenta Lorena.

La joven también se animó a incursionar en la elaboración de las piezas. Un día compró una máquina de coser y viendo tutoriales aprendió a usarla y hoy afirma orgullosa que no hay ninguna pieza de tela que ella no pueda confeccionar.

Aunque les va bien, como todo negocio han tenido altibajos, Lorena asegura que el principal desafío ha sido no tener el suficiente capital de arranque, aprender la parte administrativa, entre otros aspectos.

Pese a los tropiezos, la joven asegura que no se arrepiente de emprender y al contrario ya sueña con poseer su propia tienda. “Una enorme y con una extensa variedad de productos”, dice; y por supuesto, vender a más países, pero mientras esos días llegan seguirá trabajando duro para lograr sus metas.

“La satisfacción de tener algo propio no se puede comparar con nada, por pequeños logros que tengas, sabes que son tuyos, que nadie te los puede arrebatar y van llegando cambios, oportunidades y hay que arriesgar para ver resultados. Yo pienso que mi límite es el cielo”, insiste orgullosa.